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Como soldado militar, llegamos
a un corral donde había muchas gallinas.
Maté a una y la comencé a pelar
y me dice una señorita:
—¡Eh! Soldado melitar:
¿Qué andas haciendo con mis gallinas?
—Ah, señorita, el soldado melitar,
quiere gallinita que cenar:
Calandria, calandria,
Calandria de mi vida,
soy solado melitar.
—En fin, como soldado melitar, no te
resuelves a llevarme a la guerra?
—No, porque yo para entrar a la guerra
no necesito
salvavidas para nadar:
Calandria, Calandria,
Calandré de mi vida
soy soldado melitar.
—En fin, soldado militar, ya que no me
llevas a la guerra, ¿qué más se te ofrece?
—Ah, señorita, si vd. me hace el favor
de una gallinita con su pimienta y su sal,
y de una muchachita rechupetoncita,
que a usted, señorita,
ya la llevo en mi morral.
Calandrié, Calandriá,
Calandré de mi vida,
soy soldado melitar.