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Pero ¡ay! del triste que delirante
corriendo va tras la ilusión;
si tú lo quieres seré tu amante,
seré tu esclavo, tuya es mi vida, de ella dispón,
Jilguero de las selvas que cadencioso trinas
entre las verdes ramas del pálido jazmín
suspiras y te escuchan las brisas matutinas
que vagan perfumadas en medio del jardín.
De mis pensiles, bella sultana,
de mis vergeles, de mis vergeles, púdica hurí,
sal a la reja de tu ventana
donde de amores, donde de amores muero por ti.
MARÍA.
(DANZA).
Yo te amo con ciego fe,
María pura y sin igual;
con esos tus lindos ojos
por Dios, María, vuélveme á mirar.
María, María, bella mujer,
no olvides, no, al que te adora,
pues tú serás mi dicha y mi placer,
un ángel bello que jamás olvidaré.
Que no haya ¡por compasión!
en el mundo otra mujer,
que es la que debo querer
y nunca la olvidaré.
María, María, etc.