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Pero otra vez ante mis ojos áridos
angélico mirar dejaste ardiente,
mi pobre corazón leyó en tu frente
un recuerdo de amor y fue feliz.
Deja esa vida mística y bendita,
que hay otra ser en el mundo que te llama,
y un corazón ardiente que te ama,
¡Ay! con fuego, amor y frenesí.
Ven, hermosa, yo te adoro,
ven mi lloro a mitigar,
el delirio que me mata
pues, ingrata, me has de amar.
Porque el fuego que yo tengo
lo mantengo con tu amor,
y tu imagen hechicera
no la imagino con horror.
CUÁNTO TE ADORO.
No me anuncies, por Dios, si es que me amas,
te suplico tu sola lo calles,
y secrete te pido que guardes
en el fondo de tu corazón.
Si supieras, mujer, cuánto te adoro
y las penas que sufro al no verte,
mas no puedo decirte que te adoro,
eres casa, qué suerte infeliz.