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OLAS QUE EL VIENTO ARRASTRAN.
49ª COLECCION
DE
CANCIONES MODERNAS
[P]ARA
1898.
PUBLICADAS
Por Antonio Vanegas Arroyo.
CONTIENE:
La Orfandad.— Hazme pedazos el corazón.— El Trovador
nuevo.— Laura.— Concha.— Corrido de la
muerte.— El fuego del amor.— Recuerdo a
Zacatlán (Polka corrida).— El Catarro
(Danza).— La Celosa.— Peteneras.—
Jácara de la Zarzuela
“Luz y Sombra.”
MÉXICO.
IMPRENTA, CALLE DE SANTA TERESA NÚM. 1.
AL PÚBLICO EN GENERAL.
Si las publicaciones anteriores han sido de vuestro agrado, creo, sin duda alguna, que la presente llenará el delicado gusto del bello sexo y de mis favorecedores.
Éste es el asiduo empeño que tiene de complaceros.
EL EDITOR.
LA ORFANDAD.
Olas que el viento arrastran
por proceloso mar;
endeble barquichuelo
que agita el huracán;
gemido que al espacio
lanzar pudo el dolor,
palabras sin sentido,
ése soy yo.
Sin calma y sin familia,
sin gozo y sin hogar,
sin nadie que le duela
mi pena y orfandad;
sin luz que me ilumine
la senda de la fe:
en medio de este mundo
¿qué he de hacer?
Viajero que en la tierra
tras lo imposible va,
cerebro que agoniza
cansado de luchar;
latido imperceptible,
placer que se olvidó,
remedo de la ausencia;
ése soy yo.
Con sombras en mi cielo,
sin flores en mi altar,
con dudas en la mente,
sin ilusiones ya,
desdeñado y pobre,
humilde y sin doblez,
en medio de este mundo
¿qué he de hacer?
Cadencia que no tiene
ni ruido ni compás;
mendigo de algo grande
que habita un más allá;
avaro de un tesoro
que aguarda oculto Dios;
cantor de desventura;
ese soy yo.
A ti, que noble y buena
desciendes al hogar,
que en medio de mi patria
lanzóme la orfandad;
A ti que a darme vienes
tu más preciada flor,
tan sólo puedo darte
lo que soy yo.
Yo soy un pobre bardo,
mas tengo en mi laúd
guardadas las cadencias
del mar de Veracruz,
y al que cual tú me quiere
le doy toda mi fe.
No tengo más riquezas:
¿qué voy a hacer?
HAZME PEDAZOS EL CORAZÓN.
(EL TROVADOR).
Vuelve a la calma, joven divina,
oye mi lira que va a sonar;
la noche corre con el amor,
pues hoy te canta tu Trovador.
Escucha atenta de mí las quejas
que hoy a tus puertas a ti te doy.
Ya no más llanto;
no más sufrir;
mi amor es tuyo,
tuyo sí... sí...
Suena tu lira...
Suena la lira
tu Trovador;
hazme feliz,
que sin tu amor
voy a morir.
El Trovador Nuevo.
(CANCIÓN).
En medio del silencio de la noche
vibran las cuerdas de una dulce lira;
son las notas de una luz divina,
son las quejas de un tierno Trovador;
sí, son los ecos de su dulce amor.
Abre las puertas de tus balcones,
vuelve mi lira, vuelve a vibrar,
escucha el eco de mis canciones
que en cantos suaves vas a escuchar.
Pálida luna
que desde el cielo
con tus destellos
¡me haces amar!
Suena tu lira,
suénala ya:
canta el amor,
cántalo ya...
ven a mis brazos,
mi Trovador.
CONCHA.
Eres ¡oh Concha! más bella que la luna,
eres mi bien, eres mi adoración,
sin ti yo pierdo, yo pierdo la razón.
Loco me siento, loco me siento,
loco me siento por tu amor.
Mas si algún día recuerdas mis amores,
recuerda ¡oh Concha! que yo a ti siempre
(te amé,
mi amor fue puro y a ti lo consagré;
por Dios ¡oh, Concha! Por Dios ¡oh, Concha!
No me hagas más sufrir.
ALLEGRO.
Con tus labios de coral,
oye, Concha, dame un beso,
porque te amo con exceso
y te adoro hasta el morir.
Yo me siento enamorado
y hasta el juicio lo he perdido,
porque, Concha, yo contigo
a tu lado soy feliz;
¡Sí!... ¡A tu lado soy feliz!
LAURA.
Oigo tu voz angelical criatura,
eres mi bien, eres mi porvenir;
mi pecho siente un no sé qué de amor,
por Dios ¡oh Laura! tu amor me hará morir.
Mi pecho te ama, te adora delirante,
no me atormentes, ya no quiero padecer,
deme un “sí” tu labio amante
y aunque me mates después.
CORRIDO DE LA MUERTE.
Cuando llegue la muerte y me lleve,
todas mis glorias se acabarán,
porque entonces mis muchos rivales
¡Ah qué gusto! ¡Ah qué gusto tendrán!
De pensar en el trance tan fiero,
ya me siento de frío estremecer,
y no quiero pensar en el caso
¡Ay! ¡De los gustos pasados de ayer!
¡Ay! Dios mio, déjame aquí,
¡para gozar del mundo y placer!
¡Ay! tan siquiera ese gusto,
ese gusto ¡ay, apenas tendré!
Yo no siento no más el morirme,
otra cosa siento yo más:
lo que siento es dejar mis queridas;
que otros hombres las lleguen a amar.
¡Ay!, muerte, no vengas ahora,
porque estoy enfandangado,
vuelve la semana que entra
que estaré desocupado.
EL FUEGO DEL AMOR.
Te vi una vez, con todo el fuego
de un amor que encendió mi fantasía
te vi otra vez, y luego yo creía
volver tus gracias a mirar doquier.
Pero otra vez ante tus ojos ¡ay!
tu angélico mirar fijaste ardiente;
mi pobre corazón leyó en tu frente,
un recuerdo de dolor y padecer.
¿Por qué me esquivas tu mirar divino?
torna sumisa y en apacible calma,
y si comprendes lo que vale mi alma,
¿por qué no vuelves tu mirar a mí?
Deja esa vida mística y bendita,
hay un ser en el mundo que te llama,
y un corazón ardiente que te ama
con fuego, con ardor, con frenesí.
Ven, hermosa, yo te adoro,
ven mi lloro a consolar;
porque este amor ya me mata,
si no calmas mi penar.
Recuerdo a Zacatlán.
(POLKA CORRIDA).
Yo gimo y suspiro
por tu amor, bella criatura,
porque eres tú la rosa,
la reina entre los vergeles,
porque eres la diosa
entre todas las mujeres.
Si me amas, hermosa,
yo en silencio te he de amar;
la noche está serena
con lo negro de su manto.
Yo vi brillar la luna
que nace en el Oriente,
y tan indiferente
que nos alumbra aquí.
¡Ay!, ven a mí. ¡Ay!, ven a mí.
Ven, por piedad;
no seas cruel, no seas cruel,
que mi pecho ardiendo está.
Sólo por ti, sólo por ti,
mi vida terminará,
que el que te ama y te quiere
jamás te olvidará.
Mi alma henchida
por tu amor quiere morir;
se parte mi corazón
con frenética pasión.
(Se repite).
EL CATARRO.
(DANZA).
Ya te he dicho que no vayas,
ya te he dicho que no vayas
al baño de Coronado,
porque si traes el catarro,
se te vuelve constipado.
Ya te he dicho que no vayas,
ya te he dicho que no vayas
a los baños de Cuisillo,
porque si traes el catarro,
te lo curo con membrillo.
¡Jesús qué bueno!
¡Jesús qué malo!
(Se estornuda dos veces
¡Ah qué catarro me ha dado!
Y como no me lo curas,
por eso se ha constipado.
(Se repite la primera cuarteta).
Cuando me fui yo a San Luis,
¡Ay!, con mi vestido de charro,
no más por ver si sanaba
de este maldito catarro.
(Se estornuda dos veces).
—¿Señor, sabe usted la tos?
—No señor, yo no la sé;
—Señor, se la enseñaré;
—Hágame usted un favor:
—Tenga mucho cuidado.
(Se tose tres veces al compás de la música).
Al pasar por el cuartel
del barrio de San Francisco,
allí vi a los artilleros
estar haciendo ejercicio.
(Risa al compás de la música).
Cuando me salí a pasear
me iba cayendo de risa,
porque pasó un catrincillo
de levita y sin camisa.
(Termina riéndose).
LA CELOSA.
El corazón de una joven se ha perdido,
todos me dicen que aquí lo traigo yo;
y aunque supongan que a mí me lo entregó;
¿el corazón sin el cuerpo para qué lo quiero yo?
Todos me dicen que soy muy inconstante;
y yo les digo que no, y que no, y que no;
y aunque su dueña de mí ya desconfió,
¿el corazón sin el cuerpo para qué lo quiero yo?
Y por eso conmigo riñó;
estuvimos sin vernos seis días,
y dejar a mi amor intentó
al cumplir este tiempo la joven.
en el prado sentado la hallé
bajo un verde florido naranjo,
cuando luego de amor suspiré.
(RECITADO).
Sí, luego que la vi me persigné como
padre franciscano, y temblando de miedo,
le dije:
(CANTADO).
—Buenas tardes, señorita,
¿Cómo te va, cómo te ha ido?
Vengo a decirte que puedes
separarme en el olvido.
Escuchó mis palabras la infame
y los brazos al cuello me echó,
y furiosa y temblando decía:
—¡Perro, pícaro, infame, traidor!
(RECITADO).
Sí, porque a las celosas así es bueno tratarlas también.
(CANTADO).
Ahí van palos, van patadas,
van pellizcos, malos ratos,
y otras cosas que es bueno callar.
(RECITADO).
Sí, porque tú vas a las tertulias, con tus amigos y con Adela, tú ya no me amas.
—¡Ah, sí!
—¡Júramelo!
—¡Ah, no!
(CANTADO).
Suelta, suelta, yo no juro,
y si sueltas, te aseguro
que tu amor me hará jurar,
y si acaso tú recuerdas
del amor que tuve yo,
dame pronto tu ternura,
no me olvides nunca, no.
PETENERAS.
La Petenera, señores,
no hay quien la sepa cantar,
sólo los marineritos
que navegan en el mar.
¡Ay! Soledad, ¡Soledad!
Soledad en la cañada,
contigo lo tengo todo
y sin ti no tengo nada.
Anda, dile a la Zambumbia
que me regale un pañuelo,
y que si me lo regala,
ha de ser del Zandunguero.
¡Ay! [¡]Soledad, Soledad!
Soledad de la Tamaca,
no tiene cuernos el toro
porque es honrada la vaca.
Mi mujer y mi burrito
se me murieron a un tiempo,
mi mujer no vale nada,
el que vale es mi burrito
¡Ay! [¡]Soledad, ¡Soledad!
Soledad de aquel que fue
a darle agua a su caballo
y bebió junto con él.
Bajan los animalitos
muy temprano en la mañana,
para ver al Olicornio
meter su cuerno en el agua.
¡Ay! Soledad, ¡Soledad!
Soledad del Horizonte,
también se suele quemar
con su propia leña el monte.
En la medianía del mar
le dijo Cupido a Venus:
ya has visto relampaguear,
pero no has oído los truenos.
¡Ay! Soledad, Soledad, etc.
JÁCARA.
DE LA ZARZUELA
LUZ Y SOM[B]RA
Van las niñas tapadas
al jubileo,
y teniendo dos ojos
enseñan medio;
pero ese medio es tal,
que alumbra más,
que alumbra
el cirio pascual.
Los ojos de las chicas
de esta tierra,
aunque estén embozados
piden guerra.
Que viva el manto
de mi morena,
manto que oculta
su cara bella;
si otros la viesen
celos tuviera,
a mí que me quiere
y me la enseña,
y es más hermosa
que las estrellas,
que las estrellas.
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