Diferencia entre revisiones de «Impresos de la Casa Vanegas Arroyo»

El final del siglo XIX y el inicio del XX es una época señalada por el desarrollo de la prensa y la relevancia de los impresos de todo tipo en Europa, entre los cuales destacan aquellos producidos por las imprentas que, adoptando el papel de verdaderas librerías, se encargaron de difundir por millares la literatura popular. Los textos reproducidos por tales imprentas tenían una procedencia “mixta”, de acuerdo con Luis Díaz Viana, ya que provenían tanto de la tradición oral como de fuentes escritas “cultas” que probablemente se habrían llegado a oralizar. ^[1]

      En México la situación no fue diferente. La casa editora fundada por Antonio Vanegas Arroyo emergió en 1880 como la principal productora de la literatura impresa popular y funcionó exitosamente como tal hasta 1917, cuando murió el editor. A partir de entonces y por varias décadas más, operó como imprenta testamentaría en manos de su hijo Blas. Así pues, durante poco más de medio siglo, esta empresa familiar proyectó un rico imaginario de alcance nacional e internacional desde sus diferentes ubicaciones en el centro de la capital mexicana, lugar en donde se habían instalado tradicionalmente las empresas editoriales. De hecho, la primera imprenta de Nueva España y de todo el continente americano fue fundada a tan sólo un par de calles de la Catedral Metropolitana.
      La primera localización del taller de Vanegas Arroyo estuvo justamente a espaldas de este importante recinto religioso, en una accesoria de la calle de la Encarnación (actualmente Luis González Obregón), en donde el joven editor “[...] compró un pequeño mostrador de una tocinería en tres pesos; construyó una mesa y comenzó a encuadernar obras de texto de la librería de don José María Aguilar y Ortiz” ^[2]. Adquirió poco después su primera prensa de madera (de las de “frasqueta”) y algunos tipos móviles ^[3], con los que dio a la luz sus primeros impresos, que declararon en su pie de imprenta “Tip. y Encuadernación de A. Vanegas Arroyo. Encarnación núms. 9 y 10”; por un breve periodo, en torno a 1888, la imprenta se pasó a la calle de atrás, o sea, al número 2 de la calle de la Perpetua; por cierto que en el número 8 ½ de esta misma calle, José María Vanegas, el padre del editor, había establecido su encuadernadora, recién llegado de la ciudad de Puebla en 1867.
      El negocio fue prosperando y, alrededor de 1899 ^[4], cambió de ubicación, un par de cuadras al sur, a la calle 2ª de Santa Teresa, en donde probablemente estuvo ubicado encima de lo que, casi un siglo después, se descubrió que era el Templo Mayor. En ese entonces, el aspecto y distribución de esa zona era otro. En la calle de Santa Teresa (que cambiaría en torno a los años veintes su nombre por el de República de Guatemala) tuvieron lugar los años más productivos de la imprenta, hasta la muerte del editor, en marzo de 1917 ^[5]. A lo largo de este tiempo y tan sólo en esta calle, la imprenta y despacho tuvieron diferentes ubicaciones. Por un tiempo, ocupó el editor simultáneamente los números 1 y 43 ^[6], pero el edificio del número 1 era “[...] tan antiguo [...] que se estaba desmoronando materialmente y amenazaba desplomarse, por lo que a fines de diciembre del año de 1913, pasó su despacho el señor Vanegas a la casa de enfrente, el número 40, junto a una agencia de bicicletas [...]”. ^[7]
      Al tiempo que estuvo despachando en la calle de Santa Teresa, el editor amplió su negocio hacia el oriente, pues compró una casa, a la que trasladó la maquinaria de su taller, en la zona aledaña a la Penitenciaría de México (hoy Archivo General de la Nación). Por ahí ocupó la calle 5ª de Lecumberri, la 4ª de la Imprenta y la 2ª de la Penitenciaría. En esta última ubicación, que se identificó después con el número 27 de la calle de la Penitenciaría, estableció Vanegas Arroyo también su hogar y es en donde a la fecha se encuentra el inmueble, habitado por sus descendientes, que resguarda gran parte del archivo familiar y que fue declarado monumento histórico en 1981.
      A la muerte del editor, en 1917, su hijo Blas continuó su legado a través de la Tipografía de la Testamentaría de Antonio Vanegas Arroyo, que funcionó todavía en el número 40 de la calle de Santa Teresa y que, poco después, con el cambio de nombre, figuró en los pies de imprenta como “Avenida Guatemala 40”.

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